martes, 14 de septiembre de 2010

las hijas de la caridad

los 350 años de la muerte de santa luisa y san vicente de paul

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los 350 años de la muerte de santa luisa y san vicente de paul

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las hijas de la caridad

 En cuanto tal proyecto sigue más o menos igual, aunque hoy ese lanzamiento audaz de colocar a las Hermanas en pleno mundo, en medio de los pobres, se ha generalizado a otras muchas congregaciones y, por lo tanto, ha perdido su novedad y ya no resulta tan llamativo. Hoy las audacias consisten más bien, al igual que para las otras Congregaciones, en estar presentes en situaciones de riesgo. En este sentido admiro la valentía de las Hermanas. Desde mi experiencia puedo decir que el mayor sacrificio que se les puede sugerir es invitarlas a retirarse de situaciones de peligro. Lo hemos experimentado en los sucesos de Ruanda, de Argelia, del Congo. Actualmente lo vemos en las hermanas que estan en Belén y en otras partes del mundo. En realidad, es una constante en la historia de la Compañía. La respuesta de las Hermanas, en estos casos, es siempre la misma: ¿cómo vamos a abandonar a los pobres, ahora que es cuando más nos necesitan?
¿Podría indicarnos en qué campos apostólicos considera que es más necesaria hoy la presencia de la mujer consagrada?
   Son tantas las urgencias que vemos en el mundo actual que no resulta fácil hacer una selección. Estos últimos años, las Hijas de la Caridad estamos prestando una atención especial a los que consideramos más abandonados, como son los enfermos de sida, que en algunos continentes se encuentran en situaciones verdaderamente trágicas, la infancia desamparada: es decir, los niños de la calle, los huérfanos de guerra o fruto de catástrofes, los niños desnutridos, los no escolarizados y también los ancianos solos y abandonados, incapaces de subvenir a sus necesidades. Otro campo no suficientemente atendido es el de la mujer necesitada por diversos motivos: en muchos países no son considerados sus derechos como ser humano, no tiene acceso a la más mínima formación y promoción, con frecuencia es maltratada.
   
   La lista podría alargarse con pobrezas antiguas y nuevas, permanentes y esporádicas, como los refugiados, las víctimas de la emigración forzada, etc. Dos servicios me parecen urgentes en esta sociedad enferma de soledad a pesar de la abundancia de medios de comunicación, son la acogida y la escucha. Quizá no podamos resolver muchos de los problemas, pero mediante la buena acogida y la escucha atenta y respetuosa, reconocemos la dignidad de la persona que tenemos delante. Cuánta enfermedad mental y cuántos suicidios se podrían evitar.
Ustedes han sido durante siglos una presencia viva de la Iglesia en las situaciones más difíciles, ¿podría referirse a algún proyecto concreto?
   Procuramos caminar en esa misma dirección. En las Hermanas hay, en general, una gran disponibilidad como respuesta a lo que dicen nuestras Constituciones: “Del Hijo de Dios aprenden las Hijas de la Caridad que no hay miseria alguna que puedan considerar como extraña a ellas… múltiples son las formas de pobreza, múltiples también las formas de servicio…”. Es verdaderamente admirable la respuesta de las Hermanas cuando se lanza una llamada para cualquier situación difícil: catástrofes, refugiados, enfermedades de riesgo, situaciones de peligro... Con frecuencia son ellas las que nos alertan y nos impulsan citando la audacia de los Fundadores.
En las visitas a sus comunidades entra en contacto con muchas Hermanas, ¿qué tres preocupaciones fundamentales constata?
   Las Hermanas, siempre y por carisma, son muy sensibles ante la situación de los pobres cuyos derechos no son respetados, y que carecen de lo más elemental para la vida del ser humano; percibo no sólo inquietud sino hasta cierta angustia de no poder salir al paso de todas sus necesidades con un servicio de calidad que dignifique a la persona. Angustia de ver a los pobres privados de sus derechos y de lo más elemental necesario para la vida. En segundo lugar, también, constato cierta inquietud por mantener el equilibrio necesario entre la vida espiritual que fundamenta y apoya la actividad apostólica, el servicio que con frecuencia resulta excesivamente absorbente y la comunidad fraterna, donde se vive y se muestra el amor mutuo, al mismo tiempo que se rehacen las fuerzas para la misión. Falta tiempo. Lo tercero, sería la lucha constante contra la amenaza de la sociedad de consumo, que contrasta dolorosamente con la pobreza y la miseria de las personas a quienes sirven las Hermanas y cuyas angustias comparten. Las consecuencias negativas de la globalización que marginan cada vez más a los pequeños.

la actividades de la clausura de santa luisa y san vicente de paul

Queridos hermanos y hermanas,
pgeneral¡La gracia de Nuestro Señor Jesucristo llene nuestros corazones ahora y siempre!
Como lo hemos oído proclamado a lo largo de todo el tiempo Pascual, somos personas de Resurrección y nuestro canto es ¡Aleluya!
Les escribo hoy para anunciarles oficialmente el comienzo del Año Jubilar en el que celebraremos, como Familia Vicenciana, el aniversario de la muerte y resurrección de nuestros Fundadores San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. Lo hacemos bajo el lema “Caridad y Misión”. La misión es el enfoque que queremos dar a este año de celebraciones que comienza el 27 de Septiembre de 2009 y que dura hasta el 27 de Septiembre de 2010. Nuestra misión, evangelizar y servir al pobre, está motivada como siempre por el amor a Dios que se resuelve en actos de caridad en contacto directo con el pobre y  por amor a él. 
Celebramos nuestro pasado agradeciendo a Dios los ejemplos maravillosos de amor que nos dejaron San Vicente y Santa Luisa. Al hablar de nuestra misión, durante este año jubilar, reflexionamos detenidamente en su relación con la caridad según la practicaron San Vicente, Santa Luisa y otros. Queremos tener presente la colaboración que existió entre San Vicente y Santa Luisa y otros en el ejercicio de su misión. Además de celebrar la muerte y la resurrección de San Vicente y Santa Luisa, celebramos también la muerte y resurrección de un compañero muy cercano, el primer compañero de San Vicente de Paúl: el Sr. Portail. También él murió el mismo año 1660.
Todos ellos estaban implicados en una misión de amor. Estaban unidos por el amor: un profundo amor a Dios y un profundo amor al pobre. Llevaron a cabo su misión con una pasión tan honda que aún hoy continúa sintiéndose en la Familia Vicenciana por todo el mundo de una forma muy por encima de lo que San Vicente y Santa Luisa o incluso el Sr. Portail pudieron imaginar. Por poner un ejemplo de cómo continúa esta misión, todavía queda otro aniversario por celebrar este año: el 150 aniversario de la muerte de San Justino de Jacobis, un gran misionero en lo que hoy es Eritrea y Etiopía.
El concepto de colaboración puede traducirse mejor como compañerismo. Es el sentido que queremos trasladar a todos los miembros de nuestra Familia Vicenciana al trabajar juntos en nuestra evangelización y servicio al pobre. Parece que compañerismo es precisamente lo que San Vicente y Santa Luisa y los otros pusieron en práctica en el cumplimiento de su misión.  Este compañerismo va  más allá de una simple relación de trabajo; es una relación de vida que incluye una misión común en el servicio al pobre.

los 350 años de la muerte de santa luisa y san vicente de paul

Vicente de Paúl y Luisa de Marillac

Las instituciones que nacen o tienen como modelo a San Vicente de Paúl forman la "Familia Vicenciana" y celebran, durante este año, el 350 aniversario (1660-2010) de la muerte de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac (cofundadora de las Hijas de la Caridad). Ellos dejaron huella en la historia.  Fueron dos grandes profetas de la Caridad. San Vicente de Paúl, en su tiempo, fue un renovador en la Iglesia y de la propia Iglesia. La sociedad de su tiempo estaba dividida, con una nobleza y hombres de negocios que vivían con toda clase de lujos, y la mayoría de la gente que no disfrutaba de las condiciones mínimas para vivir. La Iglesia estaba mayoritariamente con los poderoso